El concepto de arte ha ido madurando con el paso de los años; antiguamente se consideraba un gran artista aquel, o aquella, que conseguían emular un gran paisaje, clavaba un retrato o pintaba de manera casi plagiaria la Sixtina de Miguel Angel.
Actualmente el arte se ha abierto a las emociones y a todo aquel “espectáculo de los sentidos” que consigue sacar al observador pasivo, aunque sea mínimamente, de su acostumbrada visión realista y lo transporta hacia un mundo paralelo que le permite el lujo superfluo de soñar.
Es el caso de nuestro artista destacado del día, Gilbert Legrand, que ha transformado los objetos más pasajeros y absurdos de nuestro entorno doméstico en pequeñas muestras de color, fantasía y, siempre, con un toque realista.